De vacaciones en el sur descubro que me he acostumbrado a la frenética actividad de la ciudad, al constante movimiento, a la iniciativa por la evolución. Paseando por el pueblo todo es tan calmado que me adormece; veo pasear parejas enfadadas, como si el único mundo que existiera fuera la resignación. Tanta falta de evolución me desorbita, ¿acaso la vida es simplemente estancamiento?
Hace unas semanas leí el libro “Funky Business“, encontrado de casual en la calle, en la basura, junto a otros libros técnicos. “El talento mueve el capital”, su subtítulo, narra perfectamente la temática: como son las nuevas empresas, las triunfadoras del siglo XXI. Google, IKEA, Dell, y otras, donde se evitan las jerarquias, donde se valora el talento de los trabajadores, se les deja vestir y hacer lo que quieran, se les da comodidades, para que su talento brote. Asumir riesgos es la única opción segura para evolucionar, toda una sana contradicción.
Uno de los comentarios más curiosos del libro era algo como: “un buen trabajador para tu empresa es uno que no quiere quedarse estancado, desea asumir riesgos, desea cambiar… incluso de empresa”. Valorar la gente con deseos de arriesgarse y avanzar.