PARTE 1
Era un jueves, concretamente el 12 de marzo, cuando mi jefe nos reunió y nos confirmó que desde aquel mismo momento cerraban oficina y nos permitÃan trabajar desde casa. Empaqueté el portátil junto con algunos tés que tenÃa en mi mesa de trabajo, y fui caminando hasta casa. Pasaba cada dÃa por delante del Hospital Clinic, viendo con indiferencia como cada dÃa aumentaban las cámaras de TV instaladas enfrente, asà como los curiosos. 800 y pico infectados ese dÃa. El último dÃa de la vieja normalidad.
Pero viajando desde Taiwan habÃa un paquete de tés. Con la mala suerte que llegaron a la oficina, cerrada, justo al dÃa siguiente. Tuve que esperar otras 24 horas para personarme en la oficina de correos más cercana, para intentar recuperarlo, aun sin tener la notificación de entrega fallida. Por suerte, el paquete que me habÃa enviado Antonio de Prueba-té estaba allÃ. Entré a casa con mi tesoro, más valioso al ser la “medicina” para soportar el confinamiento que ordenaron esa misma noche.
Hace más de 10 años, gracias a una buena influencia de un compañero de piso, me aficioné al té Oolong. Fue más tarde, viviendo en Corea, cuando perfeccioné mi conocimiento al visitar asiduamente teterÃas especialistas. Y a la vuelta a Barcelona y trabajar en una oficina, se convirtió en bebida habitual de trabajo: 3 o 4 tazas grandes al dÃa. Aunque, paradójicamente, hasta que llegó el pedido de Antonio, no me percaté que uno de los caracteres chinos de Oolong (çƒé¾) era mi querido “dragón”; el otro, “negro” o “cuervo”. Asà que Oolong significa textualmente “té del dragón negro”.
En el paquete de té venÃan varios representativos de la “Illa Formosa”: una versión del Oriental Beauty excelente (“Belleza Perfecta”), el clásico TieGuanJin, y un Four Seasons Spring (“Primavera Eterna”), que Antonio recomendaba para diario, entre otros. Y varias muestras, incluyendo un té negro “Nuevo Atardecer”, dulce como un Darjeeling, pero con poca teÃna, ideal para la tarde.
Normalmente prefiero los oolongs con poca oxidación, pero al trabajar desde casa, estiro mi tiempo de toma de té. Asà que tener una bebida más calmada para la tarde ha sido un buen descubrimiento.
PARTE 2
Era ya mayo, y nadie hubiera imaginado dos meses atrás que nos Ãbamos a perder la primavera, confinados. A veces, si el viento coincidÃa, llegaba a nuestra terraza el perfume de las flores de las melias. En el mundo laboral, mis jefes habÃan decidido no renovar el alquiler de la oficina, asà que habÃa que vaciarla. Aproveché una tarde y me acerqué a recoger mis pertenencias.
En la cocina de la oficina habÃan tés de varios tipos: yo habÃa dejado un verde con arroz tostado que traje de Corea el año pasado, otra gente habÃa dejado varios comprados en Sans & Sans (la mejor tienda de Barcelona), clásicos de bolsa, etc. Viendo que todo se iba a la basura, me apropié de varios: el coreano, un Hojicha, un Lapsang Souchong y un Tai Mu Long Zhu (perlas de verde).
No conocÃa el Hojicha, te verde japonés con un tueste muy pronunciado, que lo hace muy meloso y con poca teÃna, ideal para la tarde y noche; incluso en japón se recomienda para niños y ancianos. ¡Otro descubrimiento!
En definitiva, lo que he aprendido en este confinamiento en cuanto a tés se refiere, es que hay interesantes variedades calmadas “de tarde” que a pesar de su color, no perturban el sueño. Siempre daba por sentado que si un té era más oscuro, iba a molestarme por la noche, pero ahora veo que no, gracias a estos dos ejemplos. ¡Salud!