Mi mano por una puerta

By | 2006-04-14

En la práctica de bricolaje de hoy vamos a hacer:
Una mano llena de cortes (curtida, curtida, oiga!)

Necesitamos: una puerta rota que deseemos cambiar, taladradora con disco de lija, cepillo de carpintero, un par de bisagras, tornillos, y por supuesto, una mano inexperta.

Lijando la puertaEl primer paso es encontrar, de casualidad, una puerta en perfecto estado tirada en la calle, y de dimensiones “casi” ideales (el “casi” es imprescindible). Tras tomar las medidas, comprobamos que hay que reducir el lateral de la puerta unos milímetros, así que colocamos el disco de lija en la taladradora, y empezamos a trabajar. Al rato cabe percatarse del dolor de ojos y los problemas respiratorios producidos por la cantidad de serrín en el aire. Óptese por parar, y comprar unas gafas protectoras.

De nuevo en la operación de lijado, se descubre que con el disco de lija tardaríamos 10 años. Por lo que se busca en internet el nombre de aquella herramienta que usaba el carpintero para estos menesteres… el llamado “cepillo de carpintero“. Consta de una pieza de madera o metal, con una cuchilla que rebana a virutas nuestra puerta. Es imprescindible colocar la palma de nuestra mano sobre la parte anterior de la cuchilla del cepillo, y lijar con rigor. Muy importante: ¡no mirarse la mano en todo el proceso!

El resultado es una mano llena de anchos cortes, además de astillas incrustadas, y rasguños de todo tipo. Paralelamente a la cura de la mano, se pueden poner las bisagras a la puerta, y colocarla en su sitio, quedando perfectamente situada. Una delicia.

Actualización: en Flickr he puesto unas cuantas fotos, incluyendo el estado final de la mano 😉