Cuando miras a la noche estrellada, imaginas una bóveda gigantesca, con aquellos puntitos centelleantes pintados en su pared. Aunque sabes que no existe tal semiesfera, y que cada estrella está a una distancia diferente. Pero por mucho que lo intentas, si miras fijamente sólo ves esa bóveda. Quizás el ojo humano no está hecho para ver tan lejos. Ni siquiera puedes ver el cielo como una pared plana. Miras hacia arriba, y sólo puedes ver algo curvo. ¿Por qué nuestro cerebro concluye que lo que vemos es una semiesfera?
Anoche salí a mirar las estrellas. Hacía siglos que no me tumbaba a verlas. Tiempo atrás, tal día como hoy era el punto de inflexión del verano: la lluvia de Perséidas. Quedábamos los amigos y subíamos a alguna montaña, buscando la oscuridad, alejados de las úrbes, para poder ver aquellas estrellas fugaces. Otros tiempos, de los que ya nada queda. ¿Se habrán acabado los deseos que pedir? ¿O los deseos actuales no se pueden pedir?